¿Es la obesidad en niños y adolescentes un predictor de la obesidad en la adultez?

¿Qué dicen las investigaciones sobre el tema?

En lo que refiere a la obesidad infanto-juvenil, la cantidad de casos, es decir su prevalencia, ha aumentado crecientemente de un 4% en 1975 a más de un 18% en 2016.

La causa fundamental, dicha de forma muy simple, se debe a un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas debido a nuestros nuevos estilos de vida.

En el caso de los niños, por lo general, proviene del establecimiento de malos hábitos causados por la influencia de la oferta alimentaria barata, una sociedad ansiógena con poca actividad abierta y dificultades familiares para poner límites a las demandas de los niños, que pasan horas comiendo snacks sentados detrás de diferentes pantallas.

Un niño que padece obesidad corre riesgos importantes, tales como dificultades respiratorias, mayor riesgo de fracturas e hipertensión. Asimismo, presenta marcadores tempranos de enfermedades cardiovasculares, resistencia a la insulina y efectos psicológico debido a la discriminación y estigmatización a la que suelen verse sometidos por su condición.

Los datos de investigaciones recientes indican que hay un aumento de la prevalencia de esta patología en tiempos tempranos, que si no se revierte a tiempo se convertirá en obesidad adulta. Efectivamente, el 40% de los niños obesos a los 7 años lo será de adulto. Y el 80% de los adolescentes obesos serán adultos obesos.

Estudios recientes, indican que en Argentina la tendencia es la misma que a nivel internacional e incluso mayor. La incidencia de la Obesidad ha pasado de un 14% en 2005 a un 20% en 2015 y continúa en aumento. Las dietas restrictivas han fracasado y continúan fracasando, siendo su práctica el mejor predictor de aumento de peso.

Por eso, consideramos de fundamental importancia la revisión de los estilos y hábitos de vida de los niños y adolescentes que padecen obesidad. Para lo que proponemos establecer junto a la familia un programa que resuelva el problema evitando la cronicidad y que se conviertan en adultos obesos con los riesgos que ello conlleva.

No se trata de un problema estético, sino una enfermedad que genera numerosas complicaciones afectando la calidad y expectativa de vida de quien la padece. La psicoeducación alimentaria debe comenzar ni bien el niño nace. Así como aprende a hablar y caminar, debe aprender a comer, teniendo en cuenta calidad, equilibrio y adecuación a cada circunstancia particular del comer.

Le recomendamos que tenga en cuenta que es una enfermedad que puede prevenirse. Nadie está destinado a ser obeso si se toman las medidas adecuadas en el tiempo adecuado.

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