Obesidad infanto-juvenil: tratamiento y prevención

Tarea difícil educar a los hijos. A veces agobia… el cansancio y las exigencias que viven los adultos es tal, que en ocasiones dan ganas de abdicar y que los pequeños terminen saliéndose con la suya. Sin embargo, sabemos que no debemos abandonar nuestro rol. obesidad infanto-juvenil

En la salud en general y la alimentación en particular, educar a nuestros hijos en buenos hábitos alimentarios y un estilo de vida saludable que perdure a lo largo de su desarrollo, es la mejor prevención a muchas patologías de riesgo en edades tempranas y de alto riesgo en el adulto. La O.M.S (Organización Mundial de la Salud) dio a conocer recientemente que la obesidad infanto-juvenil ha crecido a pasos agigantados en países en vía de desarrollo.

La obesidad es la enfermedad nutricional más frecuente. Es una enfermedad crónica que se caracteriza por un exceso de grasa corporal. No está exenta de complicaciones o enfermedades asociadas como el riesgo cardiovascular, la diabetes, hipertensión arterial y en caso de niños pequeños deformidades en las articulaciones. Los factores y causas que la determinan (etiopatogenia) son aún poco claros. En niños y adolescentes está llegando a ser un problema muy importante, hasta el punto de que un 25% está teniendo sobrepeso u obesidad.

Los factores genéticos están cobrando cada vez más importancia. En el 30% de los niños afectados con obesidad ambos padres son obesos. Hay en ellos mayor predisposición a ganar peso, a comer en mayor cantidad y a realizar poca o nula actividad física. Sin embargo los factores culturales, de los cuales dependen fundamentalmente los hábitos de alimentación y los conductuales, son los que activan esta predisposición y es en este campo donde hay posibilidad de actuar profesionalmente tratando a los niños y a la familia implicada con un adecuado tratamiento multidisciplinar (nutricionista, psicólogo y médico pediatra).

El tratamiento establece como prioritario el automonitoreo por parte de los niños de su propio comportamiento a partir de un eficaz monitoreo de sus padres. Tratar de controlar el ambiente, valorar conductas que sean exitosas, intentando crear habilidades que perduren en el tiempo. En segunda instancia, pero muy relevante, es la actividad física.

En la actualidad los niños están expuestos a factores ambientales que favorecen el sedentarismo. Los chicos pasan horas mirando televisión, jugando en la computadora, etc. Estos son hábitos que no los despegan del sillón. Los últimos datos arrojan que la mitad del país aproximadamente esta quieta, padeciendo lo que hoy se llama “Síndrome de inactividad física”. Una actividad en principio moderada y luego de aumento creciente se impone como forma de sostener mejores niveles de peso, luego de la disminución de la ingesta.

Es de suma importancia hacer una valoración psicológica del niño afectado por la obesidad, pues puede tener dificultades académicas, sufrir acoso escolar (la obesidad es la segunda causa de discriminación según la INADI), llevarlo a aislarse, con una notable disminución de su autoestima y hasta deprimirse.

La familia es un pilar fundamental para el éxito de un adecuado tratamiento. La colaboración de los padres y todo aquel que comparta tiempo con el menor, deben tener unidad de criterio y respetar las indicaciones de los profesionales tratantes. Se debe tener en cuenta que si la familia no cambia los hábitos es muy complejo que lo haga el menor.

En resumen, lo que se debe hacer es: mejorar la ingesta (cantidad y valor nutricional de los alimentos), aumentar la actividad física como todo lo que implique movimiento: bailar, ir al colegio caminando, usar la escalera en vez del ascensor o realizar algún deporte, promover estilos de vida saludables a todo el grupo familiar y una adecuada monitorización del equipo multidisciplinar y del menor y la familia durante un año.

 

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