Ortorexia: la culpa en el comer

Las dietas, son una “sana” costumbre Argentina. Ser dietante, una afición que se ha vuelto intergeneracional. Las dietas, como conducta social, han aumentado de manera sostenida su contracara: la culpa de comer.

 

Ortorexia, la nueva tendencia silenciosa

Comer, un acto tan necesario, como natural, ha mutado en la actualidad, a ser un acto cargado de ansiedades, mitos, mentiras y CULPA, mucha CULPA.

Esto que hubiera parecido una locura antes de la segunda Guerra Mundial, donde las hambrunas abundaban en el globo, previo a la industrialización alimentaria que lleva a una nueva etapa de acceso masivo a la alimentación, es hoy una verdad irrefutable. Imagínese, hasta hace 70 años atrás a alguien, en sus cabales sintiendo culpa por acceder a las necesidades básicas de la vida. Imposible!

Sin embargo, hoy es moneda corriente. La culpa roza la comida, la contornea a menudo. Somos parte de una cultura dietante y tenemos fuetes creencias arraigadas sobre este tema.

La sociedad tecnológica y de consumo, mutó drásticamente a occidente. Acceder a comida aquí, es fácil. Hay mucha. Por lo tanto, la presión va en su línea contraria. De cuerpos fornidos a cuerpos delgados. De lo rosado a lo pálido. De mostrar a que tengo suficiente comida, a puedo restringirme, como signos de distinción.

La culpa es un sentimiento humano normal y su presencia es necesaria cuando sentimos haber dañado a alguien. Esa sensación, nos indica la necesidad de reparar el daño causado. Cuando se aplica a otra cosa es solo culpa neurótica, culpa patológica y que por supuesto no cumple ninguna función reparatoria vincular.

Comer, genera, en muchas ocasiones, culpa. Sea por la cantidad, el tipo de comida, la forma en que se la cocinó o porque fueron varias comidas “desarregladas” seguidas. Si comí mucho, o lo hice sin poder parar, o si simplemente porque los demás comieron menos, o porque “lo sentí así”.

Muchas veces nos encontramos ante una sensación, que va desde una leve incomodidad culposa, hasta una de carácter obsesivo. Desde sentirse levemente molesto, a estar angustiado por haber pasado el límite permitido.

Esta culpa se siente, en muchas personas, intensamente. Una molestia que saca el foco de atención de una persona hacia estar con serios remordimientos por lo que comió. Intenso rechazo a uno mismo por no haber podido parar, bronca por ser “tan flojo y permisivo”. Angustia por las consecuencias supuestas, por no haber respetado el plan, por descontrolarse. Culpas nacidas gracias a distorsionados mensajes, muy replicados masivamente. Una gran cantidad de mentiras, prejuicios y malentendidos conceptos pseudocientíficos. Distorsiones sociales a la relación entre comida y peso, que a muchas personas, sea cual fuera su condición física, de peso y salud, le generan culpa.

Hay situaciones donde esto toca lo patológico. En los trastornos alimentarios, particularmente, la culpa es tan intensa que lleva a evitar las comidas o a intentar compensarlas luego de haberlas ingerido. Dietas que se vuelven más y más rígidas, excéntricas, hasta definir un patrón altamente restrictivo de alimentación, que genera un peligroso adelgazamiento o riesgosas conductas compensatorias.

En esta línea, hay una tendencia silenciosa, con menos carga crítica de patología, pero igualmente patológica. Un nuevo hábito que se confunde con la “Vida Sana” o La tendencia FIT. Una mezcla de desgaste deportivo y restricción alimentaria que se hacen bajo el rótulo de hábitos saludables, y son en realidad la descripción de una patología del tipo obseso compulsivo. ¿Es posible distinguir estas conductas cuando son realmente sanas o parte de una patología?

Si. La clave es la CULPA. La diferencia entre una molestia y el remordimiento. El tiempo que este sentimiento dura, y lo que obliga a la persona a hacer luego de comer. En la ortorexia, término que se acuño en 1997, y que etimológicamente significa el comer adecuado o perfecto, éste es un signo cardinal para diferenciarlo de un cuidado sano. La ortorexia es hoy una creciente patología que va ganando en aumento de prevalencia de gente que la padece.

Quien la padece, puede comer, pero de manera muy restrictiva, sea en cantidad o tipo de alimentos y si se pasa o come algo “prohibido” siente una culpa intensa y altamente molesta. Lo mismo si no sale a hacer ejercicio. Es una “supuesta elección saludable”, supuesta decimos, pues no hay una elección. La persona que sufre esto, no puede comer laxamente y que no le genere nada, no puede permitirse no salir a hacer ejercicio, particularmente el running. No puede dejar de hacerlo un tiempo razonable, aunque se lo proponga. La culpa la atraviesa y le atormenta a niveles que debe rendirse y empezar con sus hábitos restrictivos.

Es en realidad un trastorno obsesivo compulsivo, que se ha enredado en la forma de alimentarse y ordenar la actividad física.

Por lo tanto, es cierto: la culpa ayuda a la dieta. Es un sentimiento inadecuado en una práctica distorsionada. Es necesario entender que calidad de vida es calidad psicológica. Nadie puede hablar de calidad de vida en medio de los torturantes caminos de la obsesividad compulsiva, expresada en la culpa. La culpa es un tormento que encarcela a quien la sufre por algo tan necesario como comer.

Comer sano, implica una sana relación entre nutrición completa, hambre y saciedad. Es diversidad en porciones normales, donde nada está prohibido y donde lo que se define como perfecto es la imperfección: Una dieta perfecta es imperfecta. Donde no hay culpas, ni remordimientos.

En la ortorexia esto no ocurre y puede ser el inicio de una anorexia, bulimia, o un malestar de largos periodos de tiempo. Se debe tener en cuenta, que es una patología. Cierto que debido a estos hábitos exaltados por muchos medios y profesionales, son difíciles de detectar. Pero no se confunda ni se engañe. Ninguna culpa intensa puede asociarse a vida sana. Cuídese, es posible mantener estado físico y estético sin patologías. Solo hay que abordar un cambio e intentar entender cómo se entró y como salir de este enredo.