Nueva evidencia científica: ¿por qué mentimos tanto?

¿Es posible vivir sin mentir? ¿Es posible una relación, la que sea, donde todo lo que se diga sea la verdad? ¿Pura transparencia? ¿Es una difícil pregunta?… No.

Usted lo sabe, yo también. Si somos hasta capaces de mentirnos a nosotros mismos, como no lo haremos con los demás…

Tan lejos llega la cuestión, que incluso una hipótesis evolucionista sostiene que la mentira fue parte de la evolución de nuestra inteligencia. Mentir es también algo que hacen los primates, perros y de manera elemental, hasta especies menores, es decir, es algo natural en nuestra naturaleza social. Somos así. Y si somos así… ¿Cómo algo tan humano ha sido siempre tan cuestionado en términos éticos?

Es decir, podemos ser crueles en potencia, y es humano, cierto, pero pocos ejercen esa violencia sádica; sin embargo todos mentimos.

Resta saber, entonces, por qué tal mirada tan reprobadora ¿Será que acaso, no todas las mentiras son iguales? ¿Las mismas mentiras en contextos diversos o diferentes intenciones son igual? Y claro…. No. Definitivamente no.

Si, como en una película de Jim Carrey, se nos generara una imposibilidad radical de mentir, y nos fuera imposible hacerlo por esfuerzo que pongamos en ello. ¿Cuál sería la consecuencia? Conflictos y ofensas, peleas y alejamientos, papelones, daño sin motivación por aquí y por allá. Qué significa esto, ¿que los humanos son tan pagados de sí mismos que no resisten se les diga la verdad? Si, es así.

Tenemos mejor imagen de nosotros mismos que de lo que se genera alrededor nuestro, por más que nos amen y valoren. Salvo patologías severas de la autoestima, todos nos puntuamos por encima de la puntuación que nos daría la media. Y nuestra cultura nos enseña que decir de frente y sin vueltas, una idea sobre alguien que se piensa distinto a esa afirmación es mala educación. La verdad sí, pero si ofende no. ¿Y si hay que decir la verdad aunque ofenda o duela, moleste? Peor aún, ¿lo haremos con alguien a quien conocemos menos? Dudoso. ¿Y si queremos caerle bien? Menos aún ¿verdad? ¿Los esposos, deben decirse toda la verdad? Se supone, pero sabemos que no es así.

Hay aspectos del mundo privado de cada persona que no se abre siempre, en cualquier circunstancia y con cualquier persona y contexto. Y para que usted se dé cuenta que su intuición no se equivoca, veamos que nos dice la investigación sobre la mentira. Una especialista reconocida en el tema es Pamela Meyer, comunicadora social y autora del libro Liespotting: Proven techniques to detect deception, quien nos afirma datos impactantes, aunque no asombrosos:

  • Mentimos de 10 a 200 veces día.
  • Mentimos más a los extraños que a los conocidos.
  • Se miente tres veces en los primeros diez minutos de haber conocido a otra persona.
  • Los extrovertidos mienten más que los introvertidos.
  • Los hombres mienten ocho veces más acerca de sí mismos que acerca de otros.
  • Las mujeres mienten más para proteger a los demás.
  • Los miembros de un matrimonio se mienten en una de cada diez interacciones.
  • En promedio, somos capaces de detectar una mentira el 54% de las veces.

Como ve, sus intuiciones se confirman…somos mentirosos y eso es algo humano, ni mejor ni peor, solo algo que nos caracteriza. Sin embargo, también el sentido común nos hace intuir que hay mentiras y mentiras. Y es cierto, mentir, ocultar, manipular, proteger, no es lo mismo. En el libro “La Broma” de Milan Kundera, un personaje, un editor de una revista de literatura, miente sobre las bondades de un escrito debido a que quien lo escribe es un jerarca del partido gobernante. Sin embargo cuando dicho jerarca, le pide que, debido al buen juicio de sus escritos, el redactor publique sus escritos, el editor se niega. Una cosa es mentirle a un político engreído, otra es hacerlo con su público, su nombre y prestigio como editor. Esta situación lo lleva a muy difíciles consecuencias, pues ocurre en la Checoslovaquia de la Guerra Fría.

La mentira es la mentira, sin embargo entendemos que en este caso una es lícita, permitida y la otra menos. Y en ocasiones nos parece inaudito. Sin embargo, en cada contexto una misma mentira puede ser u heroína o villana.

La manipulación es una forma en que la mentira nos escandaliza, sin embargo ¿no la usamos con nuestros hijos? Dale, pórtate bien y al salir de lo de la casa de la Sra. te compro… Nunca hay tal compra, pura mentira manipuladora. ¿Alguien libre de pecado?…

Hay de las malas mentiras, las malintencionadas, sin embargo, aún con buenas intenciones hay mentiras que pueden hacer mucho daño. ¿Cuál es el límite, donde está el punto justo entre la verdad y la mentira útil e inofensiva? Y una vez que aprendimos sus ventajas… ¿no lo haremos más y de manera más global?

Cuando aprendemos algo que no es útil, hay una tendencia lógica a usarla nuevamente y aplicarlo a nuevos contextos y situaciones.

El límite es la culpa, el miedo y la empatía. El miedo nos indica sobre los riesgos de que nos pesquen en la mentira. ¿Estaremos dispuestos a pagar el precio de la mentira? ¿Habremos medido bien las consecuencias de ella? Allí, es donde comienza un límite. Sopesar los beneficios y evaluar los posibles costos, es un comienzo de limitar tal acción.

En el libro La Broma, el editor, no fue demasiado lejos al hacer su falso testimonio, no pensó una consecuencia inmediata que podría traer su comentario mentiroso.

La culpa:  es el otro; tiene muy mala prensa en los últimos años, sin embargo un mecanismo fundamental para las relaciones humanas; asume que se ha producido un daño y este sentimiento a su vez induce a la reparación. La reparación es un mecanismo que nos ha mantenido unidos, que nos ha permitido sostener relaciones en el tiempo, más allá de las ofensas y los daños. La culpa neurótica, esa que no sirve para reparar sino para andar mirándose el ombligo, aun sintiéndose mal no es a la que me refiero.

Finalmente, la empatía. ¿Me gusta a mí que me mientan? Si estoy engañando al otro, ¿cuánto de esto puedo manejarlo sin sentir como es que el otro puede sentirlo, en caso se dé cuenta? Que sentiría yo, en todo caso, pero más precisamente, es pensar ¿cómo se sentirá él o ella, si se entera? ¿Entenderá que lo hice por su bien o porque amo a esta persona y no quise dañarla con algo que de saberse le dolería? Por supuesto esto no corre para las patologías psicopáticas, que no pueden sentir culpa y la empatía depende para que y con qué fines. Fuera de esta excepción, sin embargo, estos rasgos, están cada vez más presente en el bagaje social de nuestras personalidades.

Saliendo de la psicopatología, la filosofía, la teología o la especulación legal, etc., en la psicología cotidiana, podemos distinguir algo de este dilema. Es decir, en términos prácticos podemos intentar acercarnos a cuál es el impacto de la mentira en la psicología humana. Es tan diverso el tema que solo lo tomaré a nivel familiar, porque en las familias, las mentiras corren y dejan huellas diversas, así que empecemos por allí.

Las mentiras u omisiones familiares son tan poderosas que, en ocasiones, que pueden viajar por generaciones y complicarla a través de muchos años. Lo hace incluso en parientes que ni siquiera saben que alguna vez hubo un inicio de tal cosa. Sin embargo, es más simple entenderla desde lo que en psicología de la comunicación se llama descalificación.

Pueden aceptarnos o rechazarnos, en ese sentido, es posible que me ponga bien o mal, pero siempre me sentiré claro sobre la relación que estoy teniendo con el otro. Sin embargo, hay veces que la respuesta es “vos no existís”. Mi comunicación no es rechazada, simplemente se hace como si nunca hubiese existido o se la malinterpretara hasta sacarla de su significado. Muchas veces la mentira cae ahí.

Cuando hacemos el juego de que aquello que ves no es cierto. Y miento, sobre algo que el otro percibe, con lo cual lo dejo perplejo, pensando que ve lo que no o culposo, pensando que ha juzgado mal, lo que ha juzgado bien. En ese caso y esto se da en muchas mentiras familiares, se hace un enorme daño. Pues, es de consenso, que la descalificación de la comunicación es patogénica o sea causa patologías psicológicas y una trama comunicacional confusa, no solo para vivir en esa familia, sino como trama para interpretar el mundo de las relaciones.

Mentir es fácil, aguantar la mentira es más difícil, recibirla puede ser dañino. Si solo nos damos cuenta de la mitad de las mentiras que nos hacen, estamos muy expuestos. Depende el contexto, poco importa, pero cuando eso ocurre en contextos tan íntimos puede causar lesiones emocionales. ¿Significa que debo decir todo en la familia? No. Hay veces que no se puede decir toda la verdad, pero se puede asumir que algo pasa, sobre lo que no se puede, por el momento hablar. Calificar al otro, decirle, “sí, lo que ves es cierto, está pasando esto, o pasó aquello, o está pasando algo, solo que no puedo por ahora decirte que es. Al menos postergar hasta que el otro pueda entender la verdad con la madurez y las mejores condiciones psicológicas.

Entonces, ya sabe, somos mentirosos, pero a veces muy duros con la verdad. Sin embargo, si apelamos a la empatía y al sentido común, podemos evitar decir mentiras o verdades que lastimen a futuro.

Asumir que pasa, cuando pasa, pero no dejar al otro con la idea de que no pasa nada, cuando siente que algo ocurre, ni dejarlo con una información que no puede procesar. Difícil ingeniería, sin duda, pero posible. Piénselo.

Le puede interesar: De verdades y engaños…