La familia sigue constituyendo un valor importante para el individuo y así lo reflejan diferentes estudios. Lo que está en crisis y en retroceso es la familia tradicional y el modelo único de familia. Lo que florece es la diversidad de nuevas relaciones familiares y la necesidad de su aceptación por el conjunto de la sociedad, tanto a nivel legal, cultural y emocional, libre de prejuicios y ataduras del pasado.
El modelo que se considera más comúnmente es el de la familia nuclear o familia tipo, o sea padre y madre conviviendo con hijos en una misma casa. Sin embargo este modelo se impuso definitivamente y de manera global en occidente hace apenas unos 80 años atrás.
La familia más común hasta ese momento era el de la familia extensa, en la que vivían tres generaciones. En la actualidad estamos asistiendo a un nuevo renacimiento de este tipo de familias, pero no por tradición sino producto de las crisis económicas y de empleo juvenil.
Al no existir un modelo familiar único es necesario ver como algo natural la coexistencia entre diversos tipos de relaciones familiares. Así como existe la familia nuclear y la familia extensa, también existen parejas casadas y parejas de hecho, familias monoparentales y multiparentales, familias post-divorcio, familias reconstituidas, las parejas transgeneracionales, las parejas homosexuales (con o sin hijos), las familias adoptantes, y las familias de madres jóvenes solteras que frecuentemente viven con sus padres.
Cada una de ellas, tiene sus conflictos y estilos propios. Sus potencialidades y debilidades. Las familias tipo encajan más fácil en un mundo pensado para familia es igual a cuatro miembros. Las extensas tienen lazos de solidaridad más intensos y de mayor red de contención. Las familias post divorcio son altamente conflictivas, sin embargo, ambos padres deben mejorar mucho su paternidad al dividirse el peso de la educación de sus hijos. Y así, podemos encontrar ventajas y desventajas. La forma de pensarlo adecuadamente, es que hoy hay libertad y opciones y que más allá de las diferencias, todas ellas son familia. Es decir cumplen con los requisitos de amor, cuidado, compromiso, mantenimiento económico, responsabilidades y derechos. El ejercicio saludable de la conyugalidad y la parentalidad depende de las bases sobre las que se va a construir el vínculo afectivo y no sus características.
Estos vínculos, no son siempre estables, son fluctuantes y dependen de los momentos del ciclo vital de la familia, del manejo de conflictos, cumplimiento de expectativas, que a lo largo de la vida de la familia cambian y necesitan de ajustes y adaptaciones.
Las fiestas, son justamente, un tiempo, donde se perciben algunas de estas fluctuaciones. Y más de una vez nos preguntamos ¿por qué es una época difícil para muchas familias estas fechas? La respuesta está en la conjunción de varios factores. Por un lado, la tensión de las épocas, por preparativos, compras, planificación de lugares y comidas. A ello, se le suma la emotividad del simbolismo de las fiestas, el fin de ciclo, el balance, las ausencias y las nuevas presencias. Luego le agregamos mucha gente, alguna no siempre muy bien llevada entre ellas y le agregamos alcohol y tenemos la explicación de por qué algunos hogares, lejos de la paz, se enredan en discusiones y enojos.