Amores virtuales: la “nueva solución” a la soledad

Las redes sociales, Internet. En el principio fue Facebook o el chat del Messenger. Luego el Blackberry, finalmente Whatsapp. Ahora Snapchat o Instagram. No importa, todas más estéticas o plásticas, más largas o más cortas, todas permiten algo: comunicarse. Y lo hacen definitivamente de una manera distinta.

De pronto algo empezó a mutar. Ya no había que hacer encuentros personales ni llamados. Se dio un salto a la experiencia social directa, dejándola como una excepción de segundo orden, algo que ocurrirá después. Y fue “maravilloso”: no había restricciones de acercarse a gran cantidad de gente. Se lo hacía de manera segura, desde la pantalla, distante y desde la protección del hogar. Sin riesgos ni vergüenzas. Con una libertad nueva y refrescante, “total…frente a la pantalla puedo decir cualquier cosa, me suelto, puedo ser yo mismo-yo misma, sin las inhibiciones que tengo en el cara a cara”. “Soy más yo y puedo expresarme en libertad y creatividad”. O bien mentir impunemente desde la identidad hasta las fotos, asumir incluso frases robadas, etc. Biblia y calefón en un medio que dejaba claro que todo era posible. NO hay límites. Total la pantalla está tan distante al otro que se está a salvo, lejos a distancia y cerca en la imagen. Lejos en las confesiones personales pero ¡leyéndolas! amores virtuales

Amigos, muchos amigos, miles de amigos. Participación constante, posiciones exhibicionistas y voyeuristas. El que las recorre mirando y el que no deja compulsivamente de exhibirse. Facebook, una galería de mentiras, de fotos seleccionadas para estar más linda o lindo, en donde estoy rodeado de amigos y fiesta, de días llenos de sol y de ideas profundas. Son dos eventos en el año y unas pocas fotos agraciadas de cientos, en frases trilladas. Una galería de mentiras o de un ensanchamiento de lo estéticamente feliz por sobre las realidades del día a día.

¡Citas! Portales para encuentros de desconocidos, para infieles, para cercanos y lejanos. ¡Tinder!!! Una maravilla que exhibe como mercadería a humanos ansiosos por emparejarse, sea solo sexual, o más aún. Necesidad de tapar soledad y aburrimiento. Ok. Sexo y mentiras. Sexo vacío y frustración al día siguiente. El agujero no se va.

Redes, mucha gente, acceso fácil, falta de pudor, sexo virtual, amores a distancia con una intensidad que se cae como castillo de naipes al conocerse. Viajes entre ciudades para estar juntos un fin de semana luego de meses de chatear. Y de pronto, descubrir que ese ser tan cercano es un ajeno. Una persona con la que no tengo más que imágenes compartidas y diálogos profundos sin la intimidad necesaria que hoy me avergüenzan más que acercarme al otro.

Se sabe, las redes sociales en la actualidad, son una puerta abierta hacia encuentros que prometen, al menos, la posibilidad de llenar el vacío interior, la soledad y el desencuentro. Una foto, una serie de fotos, unas frases y algunos gestos definen un superficial perfil, que incita a comunicaciones entre desconocidos que ignoran tal condición por el solo hecho de hablar tras un teclado. Se instalan deseos que luego se vuelcan en encuentros interpersonales a los que asiste finalmente el desencanto y arrecia la soledad imperativa. En los tiempos de la comunicación, la soledad sigue siendo la ganadora en los desencuentros que intentan vanamente postergar la sensación del aislamiento emocional.

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Algunas preguntas

¿Por qué tal fobia a la soledad? ¿Qué se ha intentado construyendo esta moderna representación social de la pareja y del amor, que lleva tan desesperadamente a buscar la solución a viejos problemas personales e incluso tan típicamente humanos como el tedio vital o a el vacío existencial en la concreción de una relación de pareja que defina un bienestar nuevo y duradero? ¿Qué se intenta completar en la pareja que de por sí no es fácil hallar como experiencia humana y menos aún en contextos de superficialidad y relaciones dominadas por las distancias, las pantallas y algunas teclas? amores virtuales

En estos tiempos, se ha logrado, a diferencia de tiempos pretéritos, que todos tengamos derecho al amor para realizarnos personalmente. Con ello, buscar mejorar dentro de un camino compartido que haga que nuestra vida, nuestra experiencia en ella. Además, que nuestros proyectos hacia el futuro se vuelvan un poderoso incentivo vital.

Sin embargo, esta nueva libertad se ha convertido en una compulsión. Nos han engañado diciendo que tenemos un derecho para finalmente convertirlo en una obligación para la realización personal. Ya no es lo bueno de sentir que puedo elegir si quiero y se da la oportunidad de compartir mi vida. Es una obligación básica como principio posmoderno para ser feliz. Una locura, ya que ¿no es de una falacia darle a la amplitud de posibles formas de realización personal a la de estar en pareja, de hallar el amor, sobretodo el amor romántico? amores virtuales

Tan errado está este concepto social, que paradojalmente es de hecho la razón más poderosa que hace al fracaso de muchas expectativas con respecto a lo que la pareja puede dar y que dan por tierra con ella luego de descubrir que nada de lo esperado en este sentido se ha logrado.

Tenemos por un lado, la soledad, una experiencia maravillosa que ahora se la denosta, más un vacío existencial creciente. Experiencias de soledades urbanas, unidas a una casi vergüenza situación basada en la situación de soledad o de pareja, pero sin amor romántico. ¿Se acuerda la obra no seré feliz pero tengo marido? Eso es, a eso me estoy refiriendo.

Bien, cuando juntamos, estas tendencias, libertades que luego devienen en obligaciones y el acceso a la Internet a través de sus redes sociales y sus apps, se empieza a generar un fenómeno nuevo, extraño, vacío y falaz.  Es tan simple…a un teclado de distancia, tengo acceso a lo que siento necesitar imperiosamente: un amor.

Gente que capta esas necesidades impuestas socialmente, que se creen propias. Entonces aparecen técnicos con ideas para que ello sea más fácil y seguro. Estas páginas a su vez generan negocios, publicidad y ventas. Y ¡listo! Círculo cerrado.

Si Ud. vio la película “el amor menos pensado”, hay una escena donde Darín recién divorciado sale a encontrarse con una cita tinder. En la escena presenciamos a una mujer compulsiva, solo obsesionada con un juego erótico. También a un hombre con un absoluto sentimiento de inadecuación. Se da un gracioso intercambio de mucha tensión e incomodidad. Ella descompensada, termina finalmente asistida en una ambulancia donde también viaja él, acompañando a una desconocida a un hospital, con cara de no entender qué hace ahí. Excelente metáfora del desencuentro de Tinder.

 

Amores virtuales vs amores reales

Encuentros fáciles, superficiales, lejanos, tecleados y puramente fantaseados, están reemplazando a encuentros reales. En los reales, hay lo que es humano: timidez, pudor, temor. Hay miradas, tonos, silencios, incomodidades, movimiento de cuerpo ante ciertas preguntas. Risa y silencio. Hay menos creatividad tal vez, hay más una verdadera relación que se va adentrando de a poco en la intimidad del otro y que permite un encuentro progresivamente real. Un encuentro que genera una charla, que activa otra, que da ganas de comunicarse más a menudo con las apps, pero sabiendo quien es el otro. Erotizándose a su vez progresivamente para luego terminar en una relación de proximidad más y más intensa. Incluso una sexualidad que se deseó, se imaginó y se jugó, construyendo un marco erótico adecuado a un encuentro mucho más pleno. amores virtuales

Internet, apps, lo que usted quiera, pero si quiere ir hacia un amor que le haga bien, le recomiendo dos cosas: primero, no se obligue al amor, no busque desesperado. Un amor se encuentra, no se busca. Finalmente, cuando se trate de buscar aléjese de las mentiras virtuales. Piense que Ud. no se emparejará con un holograma sino con un ser humano real, y el real es real, solo cara a cara. El otro es pura fantasía narcisista. Un holograma. Se lo ve, se lo escucha, pero es intocable. amores virtuales

 

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